Una leyenda Patagónica. La mágica y oculta "Ciudad de los Césares"
La “Ciudad de los Césares” fue una ciudad mítica, fabulosa, llena de riquezas y con características mágicas que por mas de dos siglos fue no solo una leyenda sino que también una localidad que era creída y comentada por los primeros exploradores y colonos de la época, esta ciudad al igual que los mitos de El Dorado y Paititi poseía todo tipo de tesoros, en ella abundaba el oro, la plata y las piedras preciosas, estos serán los materiales que servirán de materia prima en la arquitectura de sus grandiosos palacios y relucientes avenidas.
Esta ciudad incógnita se denomino así probablemente en honor a su explorador Francisco César que fue un capitán de la expedición del veneciano Sebastián Caboto. Fue en 1528 cuando César y un pequeño grupo de soldados saliendo del fuerte Sancti Spiritus (ubicado en Argentina próximo al río Paraná) busco y presumiblemente encontró tierras ricas en oro y plata, en un punto al suroeste de este asentamiento español, probablemente los actuales Los Andes o las Sierras de Córdoba. El grupo liderado por César volvió tres meses más tarde relatando que habían visto una tierra muy rica, que tenían "ovejas del Perú" (llamas) y gran abundancia de joyas y metales preciosos. Es por ello que estas tierras se conocieron primero como “lo de César”, posteriormente se ocupo una variante plural siendo conocida como “Césares” y luego las expediciones que trataron de encontrarla se autodenominaban “Conquista de los Césares”. En el Siglo XVIII se conoció también como la “Ciudad Encantada”, otros nombres por el cual es conocida podemos mencionar: “Ciudad Errante”, “Trapalanda”, “Trapananda”, “Lin Lin” o “Elelín”.
Una de las primeras explicaciones es que “Los Césares” fue fundada en tierras australes por los Incas que escaparon al dominio español, a este lugar llevaron los adelantos de la civilización peruana. A este respecto es interesante el relato de Blas Ponce un cronista de Catamarca que señaló en 1553 haber conocido a un anciano indígena que relató haber vivido en su juventud en esta ciudad fundada por los mitimaes incaicos y cuyo camino fue borrado por los mismos incas para que la localidad nunca fuese encontrada por los hispanos. El viejo nativo también señalo que era una tierra muy poblada, con mucho ganado, especialmente llamas y guanacos y con tal cantidad de oro que hasta los vasos y platos eran de este mineral.
Una segunda tradición señala que esta ciudad estuvo poblada solo por hombres blancos probablemente fugitivos de la expedición de Diego de Almagro cuando este se adentraba en el corazón del Chile central. Otra hipótesis interesante es la que plantea que los “Cesares” fue una ciudad construida por los antiguos “Osornenses” (hoy osorninos) que fueron españoles de las localidades de Las Infantas y Osorno que sobrevivieron a las destrucciones hechas por el Toqui indígena Pelantaro y que marco el fin de la conquista española desde el desastre de Curalaba en la gobernación de Chile, estos españoles se habrían ocultado en un punto cercano al Estrecho de Magallanes.
Otra teoría que tiene sólidos argumentos históricos es la que señala que la Ciudad de los Césares fue construida por náufragos perdidos en la Patagonia. En 1540 zozobró un buque de la armada española liderado por el obispo de Plasencia el señor Gutiérrez Vargas de Carvajal en el Estrecho de Magallanes, es posible que los sobrevivientes hayan construido un punto de salvamento que se convirtió en una localidad, pero que a través de los años los hispanos se hayan mezclado con los aborígenes australes perdiendo así el color de piel, la lengua española, las costumbres y por ende su cultura. Esto puede explicar porque las expediciones que trataron de encontrar la ciudad cinco o seis generaciones después solo hayan encontrado nativos. Esta teoría no tendría tanto peso si no fuese por el testimonio de Pedro de Oviedo y Antonio de Cobos, dos sobrevivientes que en 1563 llegaron a la ciudad de Concepción en Chile y relataron numerosos detalles de la ciudad fundada por los náufragos y las riquezas que los Incas tenían en la Patagonia.
Puede que con el transcurrir del tiempo todas estas teorías históricas se hayan fusionado, sincretizado y a la postre se hayan transformado en leyenda y al contrario de Troya que paso de ser una ciudad mítica a una histórica, en el drama de la “de los Césares” lo histórico se transformo en mito.
El folclorólogo chileno Oreste Plath la describe con las características propias de una ciudad encantada, situada al sur de Chile en un lugar de la Cordillera de los Andes a orillas de un misterioso lago y cercada por dos cerros, uno de oro y otro de diamante. Los “Cesares” estaría rodeada por murallas y fosos (como un reducto feudal), poseería numerosos templos, torres y palacios donde todas las cúpulas de estas edificaciones serian de oro o plata. Poseen una hermosa iglesia coronada con una gran cruz de oro, dicha iglesia también contaría con la campana más grande del mundo, que si fuera tañida se escucharía en todo el orbe. La tierra también seria rica por su fertilidad, en ella sus frutos no se agotarían jamás.
En la interpretación de Plath no entra la teoría de una ciudad construida por indígenas ya que en este mágico lugar destacarían templos católicos, si pensamos en la época de descubrimiento y conquista los únicos católicos probables en llegar a las regiones descritas serian españoles o incluso alguna expedición portuguesa. Lo anterior se fundamenta también por como Plath imagina a sus habitantes; seres de gran estatura, blancos y de frondosas barbas. La gente de este lugar viste a la usanza europea; de capa y sombrero con pluma de anchas alas, sus armas fueron forjadas con plata pura. La descripción de Oreste Plath no es histórica, se basa en la recopilación que el hace de tradiciones orales, es por ello que sus descripciones son fabulosas, para él los habitantes de los Césares son inmortales, los constructores son los mismos quienes la habitan púes en esta ciudad perdida de la Patagonia nadie puede nacer ni morir.
Hubieron muchas expediciones oficiales que buscaron la ciudad organizadas por la corte de España, por algunos gobernadores y también excursiones particulares tanto en Argentina como en Chile. Las primeras se internaron muy poco hacia las zonas más australes. En el Siglo XVII fue buscada explorando caminos desde la actual Patagonia Argentina destacando las lideradas por Hernando Arias, Diego Flores de león y Gerónimo Luis de Cabrera que fueron las primeras en explorar la provincia de Río Negro y también la expedición comandada por el jesuita Nicolás Mascardi que estableció una misión en el lago Nahuelhuapi y que incluso llego hasta el Estrecho de Magallanes. Las realizadas desde Chile por la Corona Española eran motivadas por la preocupación de que exploradores ingleses y holandeses encontraran primero la esquiva ciudad.
En el contexto de búsqueda de los Césares es interesante el relato que hace una nativa llamada Llancapichún de Ranco que señalaba haber visto un lugar donde había “mucha gente blanca” y que tenían armas de fuego. También Maria natural de la zona del lago Nahuelhuapi en el actual Bariloche señalaba que cuando era pequeña y estando muy enferma su madre la llevo a una isla donde había un cura, que intento bautizarla, y que había avistado una gran población situada en la otra banda del lago Puyequé donde vivían algunos mapuches y muchos españoles.
En 1766 los Césares fue buscada por José García Alsue un misionero jesuita que exploró el área conformada desde el río Palena hacia el sur navegando los canales Jacaf y Puyuhuapi, también exploró el actual parque Queulat en la Región de Aysén, equipado solo con cinco piraguas, treinta indígenas y cinco españoles. Como era de esperar, el jesuita no encontró ningún rastro de la ciudad.
En 1774 hay noticias sobre la búsqueda de esta ciudad producto de los escritos de Thomas Falkner otro jesuita, en donde la incluye en su descripción del territorio austral. Este informe llevo a las autoridades a organizar una nueva búsqueda a cargo del comerciante limeño Manuel José de Orejuela, la expedición resulto un fracaso ya que ni siquiera pudo llevarse a cabo. También de la obra de Falkner surgieron las expediciones lideradas por el fray Francisco Menéndez y la de José de Moraleda, estas si se llevaron a cabo pero nunca pudieron dar con la esquiva ciudad.
A fines del siglo XVIII se puede encontrar el último vestigio de la búsqueda de esta escurridiza ciudad. En 1782 el Fiscal General del Reyno de Chile, Joaquín Pérez de Uriondo ferviente defensor de la existencia de la ciudad, abrió una investigación criminal que tenia como finalidad ubicar a los Césares porque se pensaba que esta ciudad podía ser un bastión ingles, dueños de grandes arsenales y polvorines que podían poner en peligro la hegemonía de la colonia española en las tierras australes, la investigación se cerro ese mismo año y el fiscal recomendó efectuar una excursión que a la postre nunca se hizo.
Se cree que cada Viernes Santo a lo lejos se pueden divisar las luces de la ciudad
Esta ciudad no podía ser solo un lugar rico en lo material sino que como fue señalado en la visión de Oreste Plath también tenia características mágicas ya que la ciudad tiene la particularidad de aparecer y desaparecer a voluntad, se cree que es “protegida” por una niebla impenetrable, es como si pudiera ser revelada solo a ciertos exploradores "iniciados", si alguien es “elegido” para llegar allí en el acto pierde la memoria de quien fue mientras permanezca en ella y si algún día dejan la ciudad, olvidan lo que han visto. Exploradores y piratas aseguran que en el día de viernes santo se puede ver, desde muy lejos, cómo brillan las cúpulas de sus torres y los techos de sus casas. Hay tradiciones que señalan que solo se hará visible al final del mundo, en una era apocalíptica, para así callar las bocas de aquellos incrédulos que la han negado.
por Daniel Lobos Jeria
Bibliografía:
La Leyenda de los Césares. Su Orígen y Evolución. Ricardo E. Latcham (Edición Digital)
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